Desde hace algún tiempo me ha llamado la atención la aparición constante en mis redes sociales de anuncios de un determinado Coach.
La figura del Coach es bastante conocida, y en algunos casos, nos puede ayudar de manera importante a lograr nuestros objetivos.
En cierta manera, y en casos muy excepcionales, los psicólogos también ejercemos de una suerte de Coach, pero con ciertos limites, lo vamos a exponer con un ejemplo muy claro:
Un Coach por ejemplo, te dirá que tienes que esforzarte más, te fijara la vista en el objetivo y repetirá por activa y por pasiva que el sacrificio siempre merece la pena.
El psicólogo podrá fijarte objetivos pero, en un determinado momento, puede pedirte que pares, que reflexiones y que consideres aquello que te dejas en el camino, a veces, esos objetivos a cualquier precio pueden provocar consecuencias irreparables.
En defensa del Coach, es importante recordar, que justo su misión es la de motivar, un profesional de la psicológia tiene un objetivo algo más mundano, busca que básicamente consigas encontrarte bien.
Aprendiendo a perder
Walter Riso decía hace poco en una entrevista que sería importante una asignatura para aprender a perder, y quizás en este punto, reside la cuestión.
Esforzarnos tiene que ser un constante en nuestra vida, sin embargo, los resultados no dependen únicamente de ello, no podemos manejar los factores externos, la mala suerte -que existe, no hay que buscarle tres pies al gato- también tiene su peso en la ecuación.
Y en ello, esta el peligro de esta nueva generación de Coach que no deja espacio a toda la remesa de factores que pueden influir en que no lleguemos a nuestros objetivos, no todo esta bajo tu control y en esta vida, lo más importante, es quizás tener la oportunidad de volver a intentarlo.
Levantarse, continuar, llevar la cuenta de las veces que te has levantado, guardar tu mejor sonrisa y al terminar el día, entender que si hoy hiciste todo lo posible, nada tienes que reprocharte.
Recuerdo que en psicología de la motivación se estudiaba el curioso caso de los medallistas. La medalla de plata es con mucha distancia la que más frustración produce, simplemente nos esforzamos en pensar en lo cerca que estaba el oro.
Esa sensación de frustración en los medallistas la llevamos a nuestra vida cotidiana, a nuestro trabajo, estudio o incluso a nuestra vida de pareja, parece que nunca es suficiente.
Quizás no sea un producto fácil de vender, lo más probable es que la mayoría de las personas elijan al Coach que ofrece oro sí o sí a un psicólogo, que por la norma general, siempre te dirá… tenemos que verlo, lo importante es como te encuentres.
Sea como fuere, subscribo las palabras de Walter Riso, es imperativo aprender a perder.
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