ilusión de cristal

Tan frágil como el cristal

Con el paso del tiempo algunos síndromes importantes como la ilusión de cristal han ido desapareciendo de nuestras consultas, hasta tal punto, que hoy en día se ha convertido en un fenómeno realmente extraordinario, que sin embargo, tuvo una gran repercusión hasta el siglo XVIII.

Uno de nuestros autores en castellano más importante de todos los tiempos, Miguel de Cervantes, dejo fe de ello en una de sus obras publicada en 1613.

Sin embargo el relato que nos cuenta «El licenciado de Vidriera» en las «Novelas ejemplares» no es el caso más representativo, todo un rey, Carlos VI fue diagnosticado con este síndrome.

Carlos VI y la ilusión de cristal

Tal era la obsesión de este rey que se envolvía en sábanas sus nalgas para que no se quebrarán. En definitiva, aquellos que sufrían esta Ilusión de cristal, presentaban un cuadro de ansiedad grabe ante el peligro de que las personas se acercarán a sus «frágiles extremidades».

Con la llegada del siglo XX esta «ilusión» quedo en el olvido, sin embargo, existen algunos casos documentados. Entre ellos destaca, una mujer en escocia que pensaba que sus piernas eran de cristal o uno mucho más reciente, descrito por Andy Lameijn.

Lo cierto, es que para describir este síntoma nos tenemos que situar en la edad media, el vidrio transparente era algo nuevo, casi mágico. Y por tanto, podría provocar cierta suerte de delirios relacionados con estos materiales tan novedosos cuasi mágicos para la mentalidad de la época.

Además la fragilidad del mismo, la transparencia y sobre todo el espacio personal, pueden relacionarse con diversos tipos de ansiedades que siguen estando muy presentes en el mundo actual. No es tan extraño por tanto, que este síndrome aún perdure -pese a su escasa relevancia- hoy en día.

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síndrome de edipo

El efecto Pigmalión : Profecías que se autocumplen

El efecto Pigmalión nos habla de expectativas, concretamente de las que tienen sobre nosotros y como nos influyen. Y es que aquello que otros esperan de nosotros, termina influyendo en la forma en que nos comportamos.

Empecemos por el principio..

¿Quién era Pigmalión?

En la mitología Pigmalión era un escultor obsesionado con la belleza y la perfección, tanto, que estaba solamente dispuesto a casarse con la mujer que encarnara la perfección misma.

Así, visitaba el templo de la diosa Afrodita rogándole encontrar esa mujer tan hermosa, que pudiera considerarse perfecta.

Un día el escultor, tras la visita a la diosa, comenzó a esculpir en marfil la más hermosa mujer que jamás había visto, ni siquiera imaginado. Tan hermosa era la escultura que se enamora de ella.

La diosa conmovida con la petición de Pigmalión -como en el cuento de Pinocho unos siglos después- doto de vida a la figura de marfil. Una noche, mientras Pigmalión abrazaba a Galatea -que así nombro a la figura- noto como de repente su piel se volvía suave, tersa y tenía temperatura.

El efecto Pigmalión

En pedagogía y psicología hablamos del efecto Pigmalión, es decir, la influencia que tienen nuestras expectativas sobre el rendimiento de otro.

Uno de los ejemplos más estudiados se da en el ámbito de la educación, se ha comprobado que las previsiones que un profesor tiene sobre un alumno, son proporcionales a los resultados finales del mismo.

Sin embargo, sucede igualmente con las expectativas que tenemos sobre nosotros mismos, estas, tienen influencia sobre todo aquello que llegamos a conseguir.

En ambos casos, funciona en ambos sentidos, llevado a la práctica, si un profesor piensa que un alumno no va a conseguir superar el curso, como norma general se cumple. Sucede lo mismo, si en dirección contraria, si piensa que un alumno va a ser sobresaliente, generalmente, no suele decepcionarse.

Técnicamente cuando hablamos de un efecto negativo, hablamos de Pigmalión negativo o Golem, un termino mitológico medieval, que alude a un ser de barro al que se le insufla vida, precisamente por su efecto sobre la autoestima.

Cuando el efecto es positivo, simplemente hablamos de Pigmalión positivo o efecto Pigmalión propiamente dicho.

Este efecto fue ampliamente estudiado por Rosenthal y Jacobson en el marco de su profecía autorrealizada. En ella se estudiaban los aspectos motivacionales que le influyen los resultados de los alumnos en el aula.

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el mito de sisifo

Sisifemia un nuevo trastorno laboral.

No sabemos con claridad el motivo por el que los dioses enviaron a Tánatos a escoltar a Sísifo hasta el inframundo, pero lo cierto es que tras esto, hay una gran aventura.

Sísifo fue el fundador de Corintio, y era muy conocido por su limpieza, cuando Tánatos fue enviado a recogerlo -por orden de Zeus o Hades algo que no esta claro en este mito- consigue engañarlo -es decir a la mismísima muerte- poniéndole una suerte de grilletes.

Así que, como consecuencia y hasta la operación de salvamento ejecutada por el mismísimo dios de la guerra Ares, no murió nadie en la tierra, con el rescate, Ares además se llevo a Sísifo y lo puso bajo su mismísima vigilancia en el inframundo.

En una nueva argucia, Sísifo dio instrucciones a su esposa para que a su muerte, no sacrificará animal alguno -como era costumbre-, esto le sirvió para a su llegada al inframundo plantear una queja ante el mismísimo Hades, pidiéndole que le permitiera regresar para castigar a su esposa por su «falta de diligencia» a la hora de cumplir con los ritos.

Una vez de nuevo en Corinto, no se le ocurrió otra cosa que rehusar volver al inframundo y cuenta el mito que murió de anciano en Corinto.

A la vuelta al inframundo esta vez por causas naturales -las muerte esta tan segura de su victoria que nos da una vida de ventaja-, Sísifo fue obligado a cumplir su castigo.

El castigo de Sísifo -descrito en la Odisea- era empujar una piedra por la ladera de una enorme montaña, una vez que estaba cerca de la cima, Sísifo tenía que volver a empezar el trabajo, ya que la piedra rodaba colina abajo repentinamente, así para toda la eternidad.

Usando un símil con el trabajo perpetuo de Sísifo, nos encontramos con un nuevo termino descrito recientemente, la sisifemia.

La sisifemia se refiere a la obsesión, generalmente derivada de la ambición en nuestro puesto de trabajo, que nos instala en el perfeccionismos y en la autoexigencia, con unas consecuencias devastadoras en nuestra salud mental.

El médico José Manuel Vicente, director de la Cátedra de Medicina Evaluadora Pericial de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM), lo describe como esa necesidad obsesiva de hacerlo todo bien en nuestro trabajo.

La sisifemia es consecuencia del estado físico derivado de unos objetivos inalcanzables, independientemente de que estos sean puestos por la empresa o por el mismo trabajador.

Aquel que padece este trastorno alarga las horas de trabajo, difícilmente se distancia del mismo y por ejemplo, duerme muy poco por culpa del estrés.

Al no dormir bien, su estado físico y mental no es el adecuado, por tanto, difícilmente puede rendir adecuadamente, completando un circulo autodestructivo, es decir, como Sísifo, se pasa todo el día intentando empujar una pesada roca, que siempre al llegar a la cumbre de la montaña, se desliza ladera abajo para comenzar.

Es importante mantener una relación sana con el trabajo, buscar un equilibrio correcto, cuidar el descanso y sobre todo, conseguir alejarnos mentalmente del mismo al terminar la jornada laboral, con ello, conseguiremos, o al menos paliaremos, muchas de las consecuencias psicológicas del entorno laboral actual, caracterizado por la autoexigencia y altas dosis de estrés.

el síndrome de ulises

Así es el síndrome de Ulises

Si Stan Lee hubiera nacido en la la Grecia Clásica probablemente se llamaría Homero, y es más que probable que su Spider-Man se llamara Odiseo o Ulises como es más conocido.

Aunque Ulises aparece en la Ilíada su historia es contada en La Odisea y aunque desde que se escribió en el Siglo VIII A.C. han surgido héroes o anti héroes por doquier, lo cierto, es que el viaje de Ulises ha seguido encandilando a propios y extraños, siendo un libro que hoy aún sigue siendo actual.

Le Odisea nos cuenta el viaje de Ulises en su regreso a casa para encontrarse con su mujer Penélope y su hijo Telémaco, inicialmente el viaje en barco no debía demorarse más de un mes, sin embargo, vicisitudes del destino -isla de Calipso incluida- el viaje se alarga nada más y nada menos que diez años.

Concretamente ese viaje o más bien su duración, es el motivo por el que nuestro héroe mitológico tiene su propio síndrome, y es que no se puede tomar a la ligera el impacto psicológico que produce en las personas emigrar a otro país.

Asumiendo que este tipo de decisiones suponen un giro radical en la forma de vida de las personas y fundamentalmente en sus costumbres, normalmente se suele cercenar la red familiar -separados por miles de kilómetros-, está red en los países mediterráneos, es la gran responsable de nuestra particular resiliencia

El impacto por supuesto no es igual en todas las personas, pero en algunos casos suele presentarse un cuadro dominado por la ansiedad y el estrés crónico.

El psiquíatra Joseba Achotegui hace algunos años lo denomino Síndrome de Ulises, buscando una analogía entre las adversidades que el héroe por excelencia de los griegos -con permiso de Hércules y Perseo- había sufrido en su extenuante viaje.

Decía Achotegui que el principal culpable de esta situación es el choque cultural y socioeconómico que se encontraba la familia migrante en el país de destino, además explicaba que el principal síntoma psicológico es la nostalgia y la tristeza.

Entre los físicos destaca la irritabilidad, dolor de cabeza, nerviosismo etc. y planteaba que la mejor manera de afrontar este síntoma, es un suerte del acompañamiento psicológico, con el que dotar de herramientas al paciente para afrontar las situaciones difíciles de la vida, haciendo especial hincapié en ayudar a la integración positiva dentro del país receptor.

El Síndrome de Ulises necesita además que este cuadro perdure al menos durante tres meses, ya que, como dirían los gallegos, hasta cierto punto, la morriña es algo normal.