síndrome del niño bueno

El síndrome del niño bueno

Hoy hablaremos de un trastorno, que aunque no esta catalogado de forma oficial, si nos ayuda en muchas sesiones.

Una de las certezas que manejamos los psicólogos tiene que ver con nuestra infancia, aquello que vivimos en los primeros compases de nuestra vida, puede tener mucho que ver con nuestro presente.

La omnipresente teoría del apego es por ejemplo, una variable de como estas primeras experiencias con nuestros cuidadores puede influir de manera definitiva en nuestro comportamiento.

Existe un tipo de perfil al que no se le puede prestar atención, es el niño obediente, estudiante y que jamás causa ningún problema, hoy hablaremos de el.

El niño perfecto o el síndrome del niño bueno

Cambiemos el enfoque, situémonos en la piel del chico que acabamos de describir. Imaginemos, estar siempre pendientes de no defraudar, presionados por nosotros mismos para mostrar aquello que espera de nosotros, reprimiendo nuestras emociones.

Y es qué, la presión tanto del entorno como del interior de estos niños termina afectando a su autoestima -ya que siempre necesitan la aprobación de los demás- y por tanto, a lo largo de su vida pueden tener verdaderos problemas a la hora de defender sus propios intereses o deseos.

En última instancia, podríamos de incluso, un trastorno de ansiedad generalizado, provocado fundamentalmente por la necesidad del niño de cumplir siempre las expectativas generadas en los demás.

Es importante recalcar que no estamos ante un trastorno mental, estamos hablando de un patrón de comportamiento que a largo plazo, puede crear en quien lo sufre, distintas consecuencias como las ya comentadas. Es por tanto, obligación del adulto estar atento a algunos indicadores que nos sirvan para ponernos alerta.

En estos niños suele ser común la obediencia extrema -que suele llevarles a evitar el conflicto-, ser tremendamente perfeccionistas y depender obsesivamente de la aprobación de los adultos.

El miedo al rechazo o el perfeccionismo académico suelen ser también buenos indicadores.

Los sistemas de crianza o la educación especialmente rígidos pueden generar este tipo de patrones, sin embargo, es importante evaluar los comportamientos adecuadamente.

Un niño excelente académicamente o que se comporta de manera excepcional, no tiene que ser per sé, un buen candidato al síndrome del niño bueno, este es al fin, un patrón de conducta que combinado con una determinada situación, desencadena una problemática y por tanto, necesita una evaluación correcta antes de planificar cualquier tipo de intervención.

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breadcrumbing

Breadcrumbing: El perro del hortelano 2.0

Las redes sociales con Instagram a la cabeza han generado una ingente cantidad de vocablo, que a marchas forzadas, vamos introduciendo en nuestra vida cotidiana.

Gran parte de estas nuevas palabras -fundamentalmente términos anglosajones- ya se encontraban con su equivalente en la sabiduría popular, sobre todo las relativas a las relaciones amorosas.

Hoy vamos a hablar del breadcrumbing que tiene su equivalente en nuestro refranero, ese que ni come, ni deja comer.

Breadcrumbing más allá del ghosting.

Imaginemos la situación, hoy has conocido a un chic@ que te ha parecido interesante en un sitio cualquiera de internet. El chic@ además de interesante parece interesado en ti, así que, os intercambiáis los números de whatsapp.

Hasta aquí nada anormal de una relación 2.0, que no haya adelantado hace años la película de Meg Ryan tienes un email. Todo se desarrolla con normalidad, te da los buenos días, te manda fotos de su trabajo, te pregunta por tu día.

Las conversaciones se hacen más frecuentes hasta que un día, decides que es el momento de dar el paso, y mandas eso de…

¿Cine, cena y lo que surja este viernes?

La respuesta tarda en llegar, y te temes lo peor, quizás podías haber planteado de otra forma la invitación, o quizás no le gusta la película. Un par de horas después se despeja la duda, este viernes, justo no puede quedar.

La respuesta la catalogas de extraña pero no extraordinaria, sobre todo, porque la relación continua en el mismo punto en el que estaba. Varias conversaciones intrascendentes más, y decides que igual el día era el problema.

¿Cine, cena o lo que surja este sábado o cualquier otro día que te venga bien… que tengo disponibilidad? -guiño, guiño, beso, beso, abrazo, guiño, guiño, icono bailando sevillanas-.

Estás segur@ de haber cubierto todos y cada uno de los flancos, hora, día, película, hasta has sugerido que el cine tampoco era importante o quizás no… Nuevamente dos horas más tarde:

Creo que mi madre no se encuentra bien, así que me iré al pueblo con ella unos días, en cuanto este mejor, hay plan -icono sevillanas, abrazo, abrazo-.

En este momento la situación empieza a oler a situaciones pasadas, ya te han hecho ghosting alguna vez pero… esta vez antes de conoceros, has batido un nuevo récord, algo, debes haber hecho mal y no entiendes el que.

O quizás todo sea zemblanidad porque ese mismo fin de semana, te confiesa a las tantas de la madrugada, que cambiaria cualquier cosa por haber aceptado tu plan. Eso es arrepentimiento, las sevillanas nunca fallan, el próximo fin de semana…

El próximo fin de semana la historia se repite en una suerte de persecución sacada de un episodio de el Coyote y el Correcaminos.

Descubres que tus frases «marca acme» sutiles, indirectas cuando no directas y sin tapujos han dejado de funcionar. Las excusas son variopintas, y cuanto más se insiste, más se espacian los contactos, pero siempre siguen ahí.

Aunque parezca un buen argumento para un novela de una lampiña Berta Coqueta, lo cierto, es que es una situación muy real. Como reales, son los efectos negativos que este tipo de relación causa.

Los motivos por los que este tipo de comportamiento logra engancharnos, forman parte de la psicología básica. El refuerzo intermitente fue estudiado por Pávlov y precisamente, venía a demostrar que una recompensa dada de manera no continuada contribuía a reforzar un patrón de comportamiento.

Dicho de otra manera, prestarnos atención sólo en algunos momentos, mientras nos obvia en otros… consigue tenernos pendientes de la relación. Manipulación en estado puro.

Los estudios determinan que este tipo de personas, no tienen intención de comprometerse a medio o largo plazo, además sus intenciones pueden ser muy diversas.

Existe un nuevo patrón de «Don Juan» digital que busca satisfacer su ego, mostrándose a sí mismo que mantiene sus dotes de seducción al día, mientras que comparte su vida con su doña Inés particular desde hace décadas.

También existen los denominados estafadores del amor, cuyas intenciones son algo más espurias. Lo cierto es que por nuestra salud mental, lo mejor, es escapar cuanto antes de esta telaraña.

O como diría cualquiera de nuestras abuelas, cuidarse el perro del hortelano, que ni come, ni deja comer.

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afantasia

¿imaginas no poder imaginar? Descubre la Afantasia

La mayoría de las personas son capaces de imaginar de formar imágenes mentales, es algo muy común en consulta, lo usamos constantemente ya sea para complicadas regresiones o para una simple sesión de relajación.

Una playa o una montaña, quizás un río en medio de un bosque… al fin la magia de esas palabras con las que programamos por ejemplo lugares seguros, parten de un mismo lugar, esa capacidad que tiene el ser humano para recrear imágenes de la nada cuando cerramos los ojos.

¿No puedes ver la imagen? Tienes Afantasia

Es bastante habitual que cuando iniciamos uno de estos ejercicios el paciente nos diga que «le cuesta mucho imaginar». Concretamente, según un último estudio el 3.9% de la población tiene dificultades para crear estas imágenes y un 0,8% es incapaz simplemente de crear ningún tipo de imagen, 1 de cada 100 personas, simplemente no pueden imaginar.

Lo más curioso de la Afantasia viene determinado por la capacidad de los sujetos que la padecen describir esas imágenes, pueden describir la playa pero no pueden generar la imagen.

Aunque este síndrome es realmente curioso, -y un handycap para algunas técnicas- lo cierto, es que lo estudios neurológicos más recientes han demostrado que en ningún caso es limitante, aunque tiene sus consecuencias en nuestro día a día.

A la hora de enfrentarse a una novela o a una película de terror, los individuos Afantásicos presentan unas reacciones fisiológicas por ejemplo al miedo, mucho menores de los individuos que no lo padecen.

Esto es una ventaja cuando tienen pesadillas, por ejemplo, suelen vivir sus terrores nocturnos mucho menos vividos. A costa por supuesto, de que el resto de sus sueños también lo sean. Eso afecta a la cantidad y la calidad de los sueños y también, , a su capacidad de imaginar eventos futuros.

Actualmente por desgracia no contamos con test realmente estandarizados ni ninguna prueba fisiológica validada. La mayoría de los individuos afantásicos son diagnosticados a la edad adulta, muchos pasarán inadvertidos. Todo ello, por muy frecuente que en consulta escuchemos esa frase tan recurrente «es que a mi, me cuesta mucho imaginar».

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aprendiendo a perder

Cuestión de expectativas: Aprendiendo a perder.

Desde hace algún tiempo me ha llamado la atención la aparición constante en mis redes sociales de anuncios de un determinado Coach.

La figura del Coach es bastante conocida, y en algunos casos, nos puede ayudar de manera importante a lograr nuestros objetivos.

En cierta manera, y en casos muy excepcionales, los psicólogos también ejercemos de una suerte de Coach, pero con ciertos limites, lo vamos a exponer con un ejemplo muy claro:

Estás estudiando unas oposiciones y has suspendido.

Un Coach por ejemplo, te dirá que tienes que esforzarte más, te fijara la vista en el objetivo y repetirá por activa y por pasiva que el sacrificio siempre merece la pena.

El psicólogo podrá fijarte objetivos pero, en un determinado momento, puede pedirte que pares, que reflexiones y que consideres aquello que te dejas en el camino, a veces, esos objetivos a cualquier precio pueden provocar consecuencias irreparables.

En defensa del Coach, es importante recordar, que justo su misión es la de motivar, un profesional de la psicológia tiene un objetivo algo más mundano, busca que básicamente consigas encontrarte bien.

Aprendiendo a perder

Walter Riso decía hace poco en una entrevista que sería importante una asignatura para aprender a perder, y quizás en este punto, reside la cuestión.

Esforzarnos tiene que ser un constante en nuestra vida, sin embargo, los resultados no dependen únicamente de ello, no podemos manejar los factores externos, la mala suerte -que existe, no hay que buscarle tres pies al gato- también tiene su peso en la ecuación.

Y en ello, esta el peligro de esta nueva generación de Coach que no deja espacio a toda la remesa de factores que pueden influir en que no lleguemos a nuestros objetivos, no todo esta bajo tu control y en esta vida, lo más importante, es quizás tener la oportunidad de volver a intentarlo.

Levantarse, continuar, llevar la cuenta de las veces que te has levantado, guardar tu mejor sonrisa y al terminar el día, entender que si hoy hiciste todo lo posible, nada tienes que reprocharte.

Recuerdo que en psicología de la motivación se estudiaba el curioso caso de los medallistas. La medalla de plata es con mucha distancia la que más frustración produce, simplemente nos esforzamos en pensar en lo cerca que estaba el oro.

Esa sensación de frustración en los medallistas la llevamos a nuestra vida cotidiana, a nuestro trabajo, estudio o incluso a nuestra vida de pareja, parece que nunca es suficiente.

Quizás no sea un producto fácil de vender, lo más probable es que la mayoría de las personas elijan al Coach que ofrece oro sí o sí a un psicólogo, que por la norma general, siempre te dirá… tenemos que verlo, lo importante es como te encuentres.

Sea como fuere, subscribo las palabras de Walter Riso, es imperativo aprender a perder.

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síndrome madame Bovary

Bovarismo un síndrome muy romántico

Gustave Flaubert en 1857 creo un personaje literario que ha quedado en el imaginario popular dando lugar al síndrome de Madame Bovary.

Emma Bovary se encuentra casada con un médico que literalmente la adora, sin embargo, ella no lo corresponde. El argumento no sería excepcional, de hecho muchos matrimonios de aquel tiempo eran concertados.

Emma tiene una enorme afición por las novelas románticas de la época, y esta es, al menos en parte, una de las razones por las que no corresponde a su marido. Y es que, Madame Bovary busca obsesivamente relaciones apasionadas como las que encuentra en sus libros, algo que comparado con su realidad, provoca una suerte de depresión.

A lo largo de la historia Emma será seducida por dos personajes, un joven estudiante y un Don Juan llamado Rodolphe. El denominador común de ambas relaciones es la actitud celosa, posesiva y altamente dependiente de Madame Bovary, que por cierto, termina suicidándose al sentirse abandonada por uno de sus amantes.

Bovarismo o síndrome de Madame Bovary

En 1892 el filósofo Jules de Gaultier sentaría las bases del Bovarismo en un ensayo basado en esta obra. Gaultier definiría este nuevo síndrome como «una insatisfacción crónica afectiva».

Dicho de otra manera, la búsqueda de ese amor ideal -más bien idealizado- choca con una realidad mucho menos «literaria».

Las personas que tienen este síndrome son adictas al romance, simplemente no saben estar solas, viven en la búsqueda constante de ese caballero de corcel blanco capaz de volver su vida del revés.

Además estás personas tienen predilección por los amores imposibles, a poder ser, que encajen en una película romántica. Lo más curioso, es que al no saber estar solas, suelen ser infieles, ya que, no abandonaran a una pareja sin tener otra.

Sin embargo, no importa las relaciones que tengan, nunca estarán satisfechas, ya que buscan, un romance de novela romántica y no una relación real. Por otro lado, cuando están junto a un nuevo amor, suelen mimetizarse, tanto en la forma de vestirse, pensar , gustos o aficiones, viven además obsesionados con que la otra persona les abandone.

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síndrome de pica

Algo más que picar

Dentro de los trastornos alimentarios existe uno realmente curioso, sucede cuando el paciente ingiere «cosas» que no son alimentos.

Probablemente al escuchar esta descripción en tu mente aparezca una de estas dos imágenes:

Un parque, unos niños y unos suculentos pasteles de arena o quizás un pupitre y unos bolígrafos a cuyo capuchón le falta una buena parte.

Y es que, barro, capuchones o incluso uñas han formado parte de nuestra dieta a ciertas edades, de hecho, la edad es uno de los criterios fundamentales para diagnosticar este síndrome.

El paciente en cuestión debe tener más de dos años y llevar, al menos un mes, ingiriendo estás cosas tan poco nutritivas.

Lo cierto es que este comportamiento entra dentro de la normalidad antes de los dos años -incluso algo más tarde-, sin embargo, las complicaciones sobre todo gastrointestinales que pueden producir este tipo de comportamientos -sobre todo cuando se alargan en el tiempo- no son un juego de niños.

El trastorno de Pica

A pesar de todo, rara vez estas ingestiones provocan problemas en el individuo y no suele alterar el comportamiento social, eso sí, suele presentarse junto a otros trastornos, por ejemplo, suele ser relativamente frecuente en las personas que sufren trastorno del espectro autista.

Siempre que no existan complicaciones alimentarias, como algún tipo de difícil -en casos muy extremos-, el Pica, es tratado con técnicas de modificación conductual.

Al fin, siempre es importante consultar con un psicólogo especialista en trastornos alimentarios infantiles para salir de dudas.

Y es que, es importante recordar que aunque tengamos un buen abanico de diagnósticos, no todos los comportamientos son patológicos. Es decir, en la mayoría de los casos, ese ansía devoradora de capuchones que a muchos acompaña hasta la universidad, es culpa de la ansiedad, más que del trastorno de Pica.

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Alicia en el país de las marvillas

La vida vista.. desde la madriguera del conejo.

Un día estás en clase con todos tus compañeros y de repente, la cara de los profesores empiezan a alargarse y las paredes encogen, alejándose de ti.

No, no hablamos de un pasaje del cuento de Lewis Carrol, tampoco hay ningún tipo de conejo que mira su reloj obsesivamente mientras corre sin cesar. Sin embargo, los pacientes que padecen el síndrome de Alicia en el país de las maravillas se sienten caer en la misma madriguera de conejo que en el cuento.

El síndrome de Alicia en el país de las maravillas

El síndrome de Alicia en el país de las maravillas se caracteriza por una distorsión leve de la percepción corporal propia o del propio tamaño del cuerpo, de las formas de los objetos o incluso del mismo paso del tiempo.

En total existen hasta 40 distorsiones visuales distintas que suelen darse en este síndrome, cada una más extraordinaria.

Concretamente la distorsiones afectan a como se percibe el mundo que les rodea, su propio cuerpo o incluso el espacio que ocupa.

¿imaginas ver a tu pareja moviéndose a cámara lenta? ¿Qué pasaría si la persona con la que hablas le crece una mano en la cara?

El nombre del síndrome proviene precisamente de una alucinación bastante común en las personas con este trastorno, estás suelen ver como su cuerpo puede encogerse o hincharse ante sus propios ojos.

Lo más curioso es que hasta un 30% de los adolescentes cuenta alguna experiencia leve similar a las descritas, incluso , se tiene conocimiento de que algunos medicamentos para la tos, o algunas sustancias psicotrópicas, también pueden desencadenar alucinaciones similares.

Los estudios realizados no aportan un detonante claro, sin embargo, parece estar asociado por ejemplo a una manifestación de un síndrome neurodegenerativo, algunos tumores cerebrales o hasta con la enfermedad de las vacas locas.

En niños por ejemplo, se sabe que la causa más común esta relacionada con el virus Epstein-Barr, en los adultos, se suele asociar con migrañas.

En definitiva, nos queda mucho por conocer con exactitud que ocurre en el cerebro de los pacientes que sufren el trastorno de Alicia en el país de las maravillas.

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el ciego que no ve

Síndrome de Anton: El ciego que ve.

Al empezar a estudiar este síndrome de Anton, no puedo evitar acordarme de un pasaje bíblico y de un señor llamado Lázaro. Lo más curioso de aquellos que sufren este síndrome es que perjuran que pueden ver, sufriendo ceguera cortical, Lazaros modernos.

Para ponernos en contexto, año 1899, estamos en la consulta de Gabriel Anton -un neuropsiquiatra austriaco-. En su hospital aparecen tres pacientes, el primero con ceguera cortical, el segundo con déficit auditivo y el tercero con hemiparesia del lado izquierdo.

Quizás, la primera pregunta, sería la razón por la que estas personas acaban en la consulta de un neuropsicólogo. En esta caso, no es sencillo de explicar, todos ellos presentaban una falta de conciencia sobre su déficit.

Explicado de manera más mundana, un ciego que dice ver, un sordo que dice escuchar y un tercero que no apreciaba ningún problema, a pesar, de tener daños importantes en parte de su cerebro.

Podría ser un buen principio para un chiste, de no tratarse una situación real. Josepth Babinski más tarde lo definiría como Anosognosia visual.

El síndrome de Antón

Es una enfermedad realmente extraña, en ella existe un perdida de consciencia de la patología, con una particularidad, esto sucede por que sustituyen con recuerdos aquello que no perciben.

En resumen, una persona con el síndrome de Anton afirmaría ver, aunque carezca totalmente de visión. Cuando tropezara con un mueble por ejemplo, nos diría que no hay suficiente luz, que alguien a cambiado de lugar el elemento o que, sus gafas por ejemplo, están sucias.

A nivel físico, estas personas suelen presentar lesiones en el lóbulo occipital, y el síndrome en sí, esta relacionado con una daños tanto en la corteza de asociación visual como en la corteza primaria.

El tratamiento, mas allá de las ayudas que a cualquier persona que padezca ceguera debe tener, incorpora una rehabilitación psicológica y social, que incluye, una gran involucración por parte de la familia más cercana.

El psicólogo en estos casos es fundamental, sobre todo, para la gestión del estado de animo de unos pacientes, que ven sin ver.

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ilusión de cristal

Tan frágil como el cristal

Con el paso del tiempo algunos síndromes importantes como la ilusión de cristal han ido desapareciendo de nuestras consultas, hasta tal punto, que hoy en día se ha convertido en un fenómeno realmente extraordinario, que sin embargo, tuvo una gran repercusión hasta el siglo XVIII.

Uno de nuestros autores en castellano más importante de todos los tiempos, Miguel de Cervantes, dejo fe de ello en una de sus obras publicada en 1613.

Sin embargo el relato que nos cuenta «El licenciado de Vidriera» en las «Novelas ejemplares» no es el caso más representativo, todo un rey, Carlos VI fue diagnosticado con este síndrome.

Carlos VI y la ilusión de cristal

Tal era la obsesión de este rey que se envolvía en sábanas sus nalgas para que no se quebrarán. En definitiva, aquellos que sufrían esta Ilusión de cristal, presentaban un cuadro de ansiedad grabe ante el peligro de que las personas se acercarán a sus «frágiles extremidades».

Con la llegada del siglo XX esta «ilusión» quedo en el olvido, sin embargo, existen algunos casos documentados. Entre ellos destaca, una mujer en escocia que pensaba que sus piernas eran de cristal o uno mucho más reciente, descrito por Andy Lameijn.

Lo cierto, es que para describir este síntoma nos tenemos que situar en la edad media, el vidrio transparente era algo nuevo, casi mágico. Y por tanto, podría provocar cierta suerte de delirios relacionados con estos materiales tan novedosos cuasi mágicos para la mentalidad de la época.

Además la fragilidad del mismo, la transparencia y sobre todo el espacio personal, pueden relacionarse con diversos tipos de ansiedades que siguen estando muy presentes en el mundo actual. No es tan extraño por tanto, que este síndrome aún perdure -pese a su escasa relevancia- hoy en día.

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síndrome de edipo

El efecto Pigmalión : Profecías que se autocumplen

El efecto Pigmalión nos habla de expectativas, concretamente de las que tienen sobre nosotros y como nos influyen. Y es que aquello que otros esperan de nosotros, termina influyendo en la forma en que nos comportamos.

Empecemos por el principio..

¿Quién era Pigmalión?

En la mitología Pigmalión era un escultor obsesionado con la belleza y la perfección, tanto, que estaba solamente dispuesto a casarse con la mujer que encarnara la perfección misma.

Así, visitaba el templo de la diosa Afrodita rogándole encontrar esa mujer tan hermosa, que pudiera considerarse perfecta.

Un día el escultor, tras la visita a la diosa, comenzó a esculpir en marfil la más hermosa mujer que jamás había visto, ni siquiera imaginado. Tan hermosa era la escultura que se enamora de ella.

La diosa conmovida con la petición de Pigmalión -como en el cuento de Pinocho unos siglos después- doto de vida a la figura de marfil. Una noche, mientras Pigmalión abrazaba a Galatea -que así nombro a la figura- noto como de repente su piel se volvía suave, tersa y tenía temperatura.

El efecto Pigmalión

En pedagogía y psicología hablamos del efecto Pigmalión, es decir, la influencia que tienen nuestras expectativas sobre el rendimiento de otro.

Uno de los ejemplos más estudiados se da en el ámbito de la educación, se ha comprobado que las previsiones que un profesor tiene sobre un alumno, son proporcionales a los resultados finales del mismo.

Sin embargo, sucede igualmente con las expectativas que tenemos sobre nosotros mismos, estas, tienen influencia sobre todo aquello que llegamos a conseguir.

En ambos casos, funciona en ambos sentidos, llevado a la práctica, si un profesor piensa que un alumno no va a conseguir superar el curso, como norma general se cumple. Sucede lo mismo, si en dirección contraria, si piensa que un alumno va a ser sobresaliente, generalmente, no suele decepcionarse.

Técnicamente cuando hablamos de un efecto negativo, hablamos de Pigmalión negativo o Golem, un termino mitológico medieval, que alude a un ser de barro al que se le insufla vida, precisamente por su efecto sobre la autoestima.

Cuando el efecto es positivo, simplemente hablamos de Pigmalión positivo o efecto Pigmalión propiamente dicho.

Este efecto fue ampliamente estudiado por Rosenthal y Jacobson en el marco de su profecía autorrealizada. En ella se estudiaban los aspectos motivacionales que le influyen los resultados de los alumnos en el aula.

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