Las redes sociales con Instagram a la cabeza han generado una ingente cantidad de vocablo, que a marchas forzadas, vamos introduciendo en nuestra vida cotidiana.
Gran parte de estas nuevas palabras -fundamentalmente términos anglosajones- ya se encontraban con su equivalente en la sabiduría popular, sobre todo las relativas a las relaciones amorosas.
Hoy vamos a hablar del breadcrumbing que tiene su equivalente en nuestro refranero, ese que ni come, ni deja comer.
Breadcrumbing más allá del ghosting.
Imaginemos la situación, hoy has conocido a un chic@ que te ha parecido interesante en un sitio cualquiera de internet. El chic@ además de interesante parece interesado en ti, así que, os intercambiáis los números de whatsapp.
Hasta aquí nada anormal de una relación 2.0, que no haya adelantado hace años la película de Meg Ryan tienes un email. Todo se desarrolla con normalidad, te da los buenos días, te manda fotos de su trabajo, te pregunta por tu día.
Las conversaciones se hacen más frecuentes hasta que un día, decides que es el momento de dar el paso, y mandas eso de…
¿Cine, cena y lo que surja este viernes?
La respuesta tarda en llegar, y te temes lo peor, quizás podías haber planteado de otra forma la invitación, o quizás no le gusta la película. Un par de horas después se despeja la duda, este viernes, justo no puede quedar.
La respuesta la catalogas de extraña pero no extraordinaria, sobre todo, porque la relación continua en el mismo punto en el que estaba. Varias conversaciones intrascendentes más, y decides que igual el día era el problema.
¿Cine, cena o lo que surja este sábado o cualquier otro día que te venga bien… que tengo disponibilidad? -guiño, guiño, beso, beso, abrazo, guiño, guiño, icono bailando sevillanas-.
Estás segur@ de haber cubierto todos y cada uno de los flancos, hora, día, película, hasta has sugerido que el cine tampoco era importante o quizás no… Nuevamente dos horas más tarde:
Creo que mi madre no se encuentra bien, así que me iré al pueblo con ella unos días, en cuanto este mejor, hay plan -icono sevillanas, abrazo, abrazo-.
En este momento la situación empieza a oler a situaciones pasadas, ya te han hecho ghosting alguna vez pero… esta vez antes de conoceros, has batido un nuevo récord, algo, debes haber hecho mal y no entiendes el que.
O quizás todo sea zemblanidad porque ese mismo fin de semana, te confiesa a las tantas de la madrugada, que cambiaria cualquier cosa por haber aceptado tu plan. Eso es arrepentimiento, las sevillanas nunca fallan, el próximo fin de semana…
El próximo fin de semana la historia se repite en una suerte de persecución sacada de un episodio de el Coyote y el Correcaminos.
Descubres que tus frases «marca acme» sutiles, indirectas cuando no directas y sin tapujos han dejado de funcionar. Las excusas son variopintas, y cuanto más se insiste, más se espacian los contactos, pero siempre siguen ahí.
Aunque parezca un buen argumento para un novela de una lampiña Berta Coqueta, lo cierto, es que es una situación muy real. Como reales, son los efectos negativos que este tipo de relación causa.
Los motivos por los que este tipo de comportamiento logra engancharnos, forman parte de la psicología básica. El refuerzo intermitente fue estudiado por Pávlov y precisamente, venía a demostrar que una recompensa dada de manera no continuada contribuía a reforzar un patrón de comportamiento.
Dicho de otra manera, prestarnos atención sólo en algunos momentos, mientras nos obvia en otros… consigue tenernos pendientes de la relación. Manipulación en estado puro.
Los estudios determinan que este tipo de personas, no tienen intención de comprometerse a medio o largo plazo, además sus intenciones pueden ser muy diversas.
Existe un nuevo patrón de «Don Juan» digital que busca satisfacer su ego, mostrándose a sí mismo que mantiene sus dotes de seducción al día, mientras que comparte su vida con su doña Inés particular desde hace décadas.
También existen los denominados estafadores del amor, cuyas intenciones son algo más espurias. Lo cierto es que por nuestra salud mental, lo mejor, es escapar cuanto antes de esta telaraña.
O como diría cualquiera de nuestras abuelas, cuidarse el perro del hortelano, que ni come, ni deja comer.
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