Hoy hablaremos de un trastorno, que aunque no esta catalogado de forma oficial, si nos ayuda en muchas sesiones.
Una de las certezas que manejamos los psicólogos tiene que ver con nuestra infancia, aquello que vivimos en los primeros compases de nuestra vida, puede tener mucho que ver con nuestro presente.
La omnipresente teoría del apego es por ejemplo, una variable de como estas primeras experiencias con nuestros cuidadores puede influir de manera definitiva en nuestro comportamiento.
Existe un tipo de perfil al que no se le puede prestar atención, es el niño obediente, estudiante y que jamás causa ningún problema, hoy hablaremos de el.
El niño perfecto o el síndrome del niño bueno
Cambiemos el enfoque, situémonos en la piel del chico que acabamos de describir. Imaginemos, estar siempre pendientes de no defraudar, presionados por nosotros mismos para mostrar aquello que espera de nosotros, reprimiendo nuestras emociones.
Y es qué, la presión tanto del entorno como del interior de estos niños termina afectando a su autoestima -ya que siempre necesitan la aprobación de los demás- y por tanto, a lo largo de su vida pueden tener verdaderos problemas a la hora de defender sus propios intereses o deseos.
En última instancia, podríamos de incluso, un trastorno de ansiedad generalizado, provocado fundamentalmente por la necesidad del niño de cumplir siempre las expectativas generadas en los demás.
Es importante recalcar que no estamos ante un trastorno mental, estamos hablando de un patrón de comportamiento que a largo plazo, puede crear en quien lo sufre, distintas consecuencias como las ya comentadas. Es por tanto, obligación del adulto estar atento a algunos indicadores que nos sirvan para ponernos alerta.
En estos niños suele ser común la obediencia extrema -que suele llevarles a evitar el conflicto-, ser tremendamente perfeccionistas y depender obsesivamente de la aprobación de los adultos.
El miedo al rechazo o el perfeccionismo académico suelen ser también buenos indicadores.
Los sistemas de crianza o la educación especialmente rígidos pueden generar este tipo de patrones, sin embargo, es importante evaluar los comportamientos adecuadamente.
Un niño excelente académicamente o que se comporta de manera excepcional, no tiene que ser per sé, un buen candidato al síndrome del niño bueno, este es al fin, un patrón de conducta que combinado con una determinada situación, desencadena una problemática y por tanto, necesita una evaluación correcta antes de planificar cualquier tipo de intervención.
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